Para quien ha vivido un instante tan luminoso que el tiempo se suspende, y el recuerdo se vuelve un territorio habitado. Para quien lleva en el pecho el aleteo de un colibrí, el sabor del océano compartido, y la certeza de que algunos encuentros no son un final, sino un comienzo perpetuo. Que estos versos recuerden que lo que vibra en el alma no se desvanece con el crepúsculo: se transforma en semilla de eternos renacimientos.
Para ti, mi Pantera Negra.













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